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Regateo ¿Cuánto lo menos? Entre práctica cultural y menosprecio

Ana Pomar, Margarita Romero y Marcos Galindo


Existen prácticas de regateo en diversas latitudes del globo terráqueo, muchas son tan naturalizadas socialmente que el no hacerlas implica un falta moral al hecho comercial común. No obstante, existen otras regiones en las cuales se torna con tintes complejos e intrínsecamente perjudiciales para ciertos sectores de la población.


Este es el caso de México en el que hay un abundante mercado informal mediante el cual miles de personas sustentan sus vidas día con día. Dentro de esta informalidad se encuentran una diversidad de productos y servicios que van desde mercancía barata importada desde China, hasta servicios como estéticas o productos elaborados por artesanos y artesanas.


En especial en este rubro resulta interesante observar una práctica común: el regateo, el cual se entiende como toda aquella negociación no legalizada entre un vendedor y un comprador. Mediante el regateo el comprador busca  adquirir algún servicio o producto a un precio menor del asignado por el vendedor.


En el entorno nacional esta práctica es algo cotidiano, sobre todo en el ramo de las artesanías, es  algo que culturalmente nos han inculcado  desde la infancia, bajo un concepto de negociación,  pero en realidad nunca nos ponemos a pensar en cómo afectamos la economía del país. E incluso, el regateo más que una negociación  se ha convertido en una forma de demeritar el trabajo de otros.


¿El regateo es cultural?


En ese sentido, sobre el regateo se ha dicho que es una práctica común en México que procede de un devenir histórico-social de antaño, de hecho se invita a extranjeros a realizar esta práctica en especial en mercados o plazas públicas. Por ejemplo, es muy común observar, en el mercado cerca a la Iglesia de Santo Domingo, San Cristóbal de Las Casas, a diversos extranjeros regateando ropa bordada. Sin embargo, si esta práctica fuera realmente un elemento intrínseco de nuestra cultura, el regateo se realizaría en todas las compras cosa que no sucede. 


Ahora bien, es preciso decir que el regateo es un práctica cultural sí, pero no una práctica cultural general, sino una que, en cierto, sentido discrimina, pues se acostumbra a regatear por el trabajo manual ya sean: tejidos, bordados, ropa, comida e incluso en algunos servicios como la albañilería. Estas prácticas suponen varios elementos, por un lado, que al establecerse en el sector informal los precios no están establecidos y se tiene el derecho a conseguir los productos o servicios a un costo menor (aunque ello signifique la precariedad laboral). Por otro lado, el regateo suele hacerse sobre el trabajo manual de las mujeres, muchas de ellas de origen indígena, por ello declaramos que el regateo es una práctica cultural discriminatoria. 


Incluso, pese a que México es un país sumamente rico en cultura y podemos encontrar artesanías que representan ésta riqueza cultural a lo largo del territorio nacional sin duda nuestros  artesanos son el grupo más afectado por esta práctica. Ya que se estima que más del 80% de posibles compradores solicitan un descuento para adquirir una artesanía. Estos descuentos representan una pérdida del 25 o 30 por ciento de ganancias y en algunos casos es mucha la necesidad  de los artesanos que solo buscan rescatar el dinero invertido para que no sea una pérdida total.


A pesar de decir que el regateó es algo cultural es importante señalar que en lugares como supermercados o tiendas de ropa reconocidas, jamás  se  regatea, la gente sí respeta el precio señalado, sin embargo minimizamos el trabajo, la dedicación  y el talento de las personas artesanas.


Pues, si bien es cierto que en años recientes se valora el trabajo, dedicación y diseños de origen indígena, estas valoraciones se hacen cuando están acompañadas de marcas internacionales o de diseñadores mexicanos como Lydia Lavín, quienes se inspiran y hacen uso de mano de obra indígena. Incluso existen programas gubernamentales que tienen como objetivo establecer y pelear por un precio justo por los productos manufacturados.


Para reflexionar


Cabe señalar que negociar y regatear no deben de entenderse como sinónimos, por el contrario, son conceptos diferentes que describen elementos opuestos: así, el negociar comprende un estado de igualdad entre las partes, y normalmente sobre intangibles; el regatear significa el tratar de reducir el precio de bienes tangibles bajo los preceptos de discriminación y menosprecio del trabajo.


En ese sentido, invitamos a repensar en nuestra forma de comprar y en el regateo. En especial, en el terreno mexicano y latinoamericano, resulta vital pensar en los costos que requiere un producto, así como la cantidad y calidad de un trabajo manual, el cual muchas veces se convierten en piezas únicas a precios muy bajos. No seamos cómplices de precarizar el trabajo ajeno, erradiquemos las prácticas de menosprecio, ni seamos partícipes de discriminar al otro.


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