Felicidad: ¿deseo o hecho?
Ana Pomar, Margarita Romero y Marcos Galindo.
En algún momento de nuestras vidas algunos seres humanos nos cuestionamos: ¿para qué somos buenos?; ¿por y para qué de nuestra existencia? Estos cuestionamientos inician en la adolescencia para algunos, otros inician a edades más tempranas, y quizá muchas otras personas no se lo cuestionen o lo hagan al final de sus días. Sin embargo, en algún momento, todos y todas dudamos de nuestras decisiones en cada uno de los aspectos de la vida: en trabajos; relaciones personales y/o familiares; finanzas; todo. La duda y el cuestionarse son una herramienta sumamente poderosa para replantear nuestras acciones, pero también para analizar todo y, a veces, no decidir u omitir hacerlo. Nosotros nos decantamos por cuestionar; este blog surgió, en parte, por nuestra incipiente necesidad por reflexionar e interrogarse sobre nuestra sociedad y nuestro existir.
En ese sentido, esta reflexión es más intrapersonal, es cuestionarnos esos ideales o propósitos que socialmente son aceptados e impuestos de manera ajena, o que nosotros y nosotras mismas nos impulsamos a lograr, creyendo que al cumplirlos llegaremos a una especie de meta en la cual nos sentiremos realizados y felices. No obstante, en cada pequeño logro, en cada meta lograda, en cada acierto, muchas veces no alcanzamos esa anhelada felicidad. Posiblemente el problema radica en ello; en que la vida, la existencia y el ser no son un cúmulo de metas logradas, ni objetivos, ni es una lista por cumplir en la que vamos marcando aquellas alcanzadas como si se tratase de un instinto conductual por la autorrecompensa. La meta no es la felicidad. La felicidad sólo es parte del camino de la existencia humana. Pues nuestro existir no se reduce a logros laborales o éxitos monetarios, si bien estos son parte de la existencia, la vida es mucho más compleja y al mismo tiempo más simple.
Por ejemplo, mientras crecemos nos hacemos a la idea de tener un propósito, una misión en el mundo, nos fijamos objetivos a corto y largo plazo, e intentamos a toda costa cumplirlos. Durante el camino podemos olvidar las razones por las que elegimos cada andar, y a veces podemos seguir sólo para complacer las expectativas sociales, olvidando hacerlo por y para nosotros mismos.
En cambio, la vida es todo lo que nos rodea, lo que somos y lo que hacemos. La felicidad, la alegría, la ira, la tristeza, nuestras emociones y experiencias son nuestra existencia, nos forman y nos dan sentido. No somos sólo metas, somos respirar aire fresco, somos un café intenso, existimos al saborear nuestra comida favorita, al movernos, al sentir esa brisa fría o cálida de la que muchas veces nos quejamos. Somos vida en cada poro de nuestro ser, y nuestra existencia es tan simple como el rayo de sol que toca la piel para cobijarnos en los días fríos, vemos y sentimos desde nuestros cuerpos, y al mismo tiempo tan compleja para darle importancia a todo y cuestionar aquello que nos rodee. Nuestra existencia es todo nuestro ser.
Por ello, les invitamos a ver en sus propias vidas: lo que les gusta, disfrutan, desagrada, las cosas más simples que les hacen sonreír, las cosas más complejas que les implican un reto, y recordar que tenemos ese privilegio de pensar sobre nuestra propia existencia, que hay personas que la están pasando verdaderamente mal y aún así cada uno tiene la oportunidad de significar su propia existencia. El éxito y la felicidad no se mide con grados académicos, posesiones materiales ni popularidad; se miden en la capacidad que tenemos para disfrutar de los detalles y las simplezas. Cabe señalar que durante el camino nos vamos a apasionar, otras veces vamos a desilusionarnos, podemos retrasarnos, o cambiar completamente de planes y eso ¡está bien! Es humano.
La crisis es, muchas veces, el detonante de actos de contrición para la introspección. Se debe tener presente que somos el resultado del encuentro con otras y otros: sus enseñanzas, sus decepciones, sus lastres y sus mecanismos para afrontar cualquier circunstancia que se presente. Tampoco se trata de romantizar o crear una idea onírica de “una vida color rosa”, puesto que existen quienes no pueden lidiar con sus ansiedades y obsesiones, condenándose a perderse y desconectarse de la vida.
Cada ser humano tiene cicatrices y heridas que han tatuado en su esencia a su paso por la Tierra, cada una y uno posee un bagaje de ansiedades, obsesiones, estigmas, fantasmas y monstruos internos con los que lucha día con día, y es menester señalar que pocos pueden vencerlos solos. Por ello, consideramos necesario el reflexionar acerca ello, tomarse un momento para disfrutar y agradecer los pequeños o grandes logros que hemos tenido, hacerlos propios, reconocerse a uno mismo y agradecer las recompensas que pudiesen resultar. Se nos ha olvidado que podemos cambiar de opinión acerca del curso de nuestros proyectos, metas e intentos, sin importar el tiempo que sea invertido ni la validación sociocultural ajena. Es valido enamorarse y desenamorarse de nuestros proyectos de vida. El sistema en el que nos desenvolvemos apela a desarrollar un hambre voraz por conseguir más y mejores metas que nos permitan llegar a una felicidad anhelada (casi equiparada a un estado nirvana) que, normalmente, nos termina alejando de disfrutar cada oportunidad de poder vivir en plenitud.
Hemos convertido el ideal de felicidad en un instrumento de tortura. Por momentos parece que la felicidad fuera el única sentimiento humano relevante.
ResponderEliminarNos da gusto leer tu reflexión y coincidimos en que muchas veces se idealiza a la felicidad y se invalidan otras experiencias.
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