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BECAS PARA TODOS.

 ¿Apoyo a la educación, subsidio al consumo o maniqueísmo?  

Ana Pomar, Margarita Romero y Marcos Galindo

 

A lo largo de la historia de México se han otorgado becas con la finalidad de disminuir las brechas sociales existentes. El actual gobierno ha encabezado una campaña muy fuerte para otorgar becas con diferentes objetivos. De hecho, en la página oficial de las “Becas Benito Juárez” se explica que existen cuatro programas diferentes: 1) Becas de educación básica para el bienestar de las familias; 2) Becas para educación media superior “Benito Juárez”; 3) Becas de educación superior “Jóvenes escribiendo el futuro”, y; 4) “Becas Elisa Acuña”, las cuales están dirigidas a egresados, estudiantes y docentes de educación superior.

Es importante tener presente los programas anteriores, pues esta reflexión versa sobre ellas, en específico las becas “Benito Juárez” con énfasis en el contexto actual. Es decir, a partir del cierre de los centros educativos en México (marzo de 2020) todas las instituciones tuvieron que: reasignar funciones, desplegar nuevos programas pedagógicos, adaptar modelos educativos y establecer mecanismos de comunicación entre todos los entes encargados del aprendizaje de los educandos. 

Por lo que la discusión se centrará en entender cómo las becas, configuradas para incrementar y colaborar en el desarrollo educativo, no siempre aminoran los embates que las brechas de desigualdad han plantado profundamente en nuestro país. Pues, éstas alcanzan otros objetivos no planteados, incluso en ocasiones aumenta los problemas de desigualdad.

Al tomar en cuenta lo anterior, no se trata de estar en contra de los apoyos sociales, ni erradicarlos, puesto que la evidencia es clara sobre cómo los planes de bienestar social contribuyen a colocar en igualdad de oportunidades a gran parte de la población que históricamente ha sido desfavorecida. Se trata, entonces, de cuestionar la eficacia de aquellos planes que pueden ser más perjudiciales que benéficos.

Pues hoy, esta beca es universal, es decir para todas las personas que estudian a nivel medio superior. Esta acción de manera ideal supone la posibilidad de culminar esta formación, pues se contaría con una ayuda social de $800 pesos mensuales. Sin embargo, al otorgarse estos apoyos sociales no se requiere un promedio específico que fomente el mejoramiento de la calidad educativa, tampoco se exige un estándar mínimo de regularidad escolar o de un esquema que contribuya, a largo plazo, tanto a elevar la calidad educativa como a disminuir la brecha de desigualdad en el acceso a los canales de instrucción y educación. La cantidad de dinero es la misma para todas las personas, esto plantea un problema inicial, pues no es una beca meritoria sino universal, lo cual lejos de disminuir las brechas sociales podría incrementarlas.

Además, en las condiciones actuales se deja vulnerable a la población estudiantil, pues, el acceso a servicios de internet desde el hogar y el poder adquisitivo para contar con equipos telemáticos son esenciales. Además, son ellos quienes requieren de verdaderos apoyos gubernamentales, mismos que deberían de centrarse en erradicar dicha brecha socioeconómica y, hasta el momento, no hay programas para disminuir estas condiciones.

Caso contrario se observó que, desde el inicio de la pandemia, muchas familias se vieron obligadas a realizar cuarentena, lo que se tradujo en la disminución del sueldo y, en ocasiones, la pérdida del empleo. Por ello el gobierno de la Cuidad de México instauró varios programas emergentes entre los que se destacó “mi beca para empezar”, el cual es un programa que ofrece apoyo económico a estudiantes de formación básica. Durante los primeros meses de la cuarentena este programa adelantó el pago de varios meses y, a partir de enero de este año, se depositará un apoyo extra “en pro a la economía familiar”.

Es cierto que la intención de estos apoyos es impulsar el progreso y disminuir la brecha de desigualdad. Sin embargo, estos resultan insuficientes, ya que muchas familias, al no contar con servicios de electricidad e internet, carecen de un acceso pleno a la educación a distancia, incluso volviéndola imposible. Esta situación colabora para que este tipo de apoyos se usen para otros fines ya que es más importante cumplir con necesidades básicas, como alimentación, antes que la educación. 

Por otro lado, hay que destacar que el devenir histórico de los gobiernos mexicanos, de uno u otro partido, han cabildeado cada uno de los apoyos sociales. Es decir, los partidos han ponderado sus intereses político-electorales y han hecho de la necesidad ajena un boleto de canje elección con elección. Esto no resulta en una sentencia absoluta, es una realidad que debería preocuparnos y, sobre todo, ocuparnos en suprimir e impedir su reproducción día con día. Ello toma gran importancia, toda vez que ha sido la propia realidad la encargada de desvelar cada una de las deficiencias del modelo que se ha adoptado.

Otra reflexión se encamina más a las decisiones personales, pues, la beca al ser entregada de manera directa a las y los estudiantes puede llevar a dos acciones contrastantes: la libertad financiera o el subsidio al consumo. Con libertadfinanciera nos referimos a la libertad de elección de compras o ahorros. Esta situación, al menos, en nuestras experiencias cercanas es menos visible. Es decir, no se observa que las y los estudiantes ahorren o inviertan para su educación o el futuro. En cambio, resulta evidente la compra de diversos productos, muchas veces poco útiles para la educación de las y los beneficiarios. Esto conlleva que las becas se conviertan de manera indirecta en una especie de subsidio al consumo.

Con la idea anterior, no sólo nos referimos a compras sin sentido, sino que también estas becas se convierten en parte del gasto familiar. Si bien esto colabora a mejorar las condiciones del entorno de las y los beneficiarios, también contribuye a que siga un consumo muchas veces no esencial. Por ello, resulta importante repensar la universalidad de estas becas, ya que en ocasiones puede provocar más problemas que soluciones.

Hasta aquí se observa, en primera instancia, que las brechas de desigualdad no han sido disminuidas, por el contrario, con los hechos recientes se han acrecentado de manera cualitativa y cuantitativa. En segunda instancia, ha sido el ámbito educativo el mismo que ha reflejado la poca penetración digital que existía, y existe, en el país. Finalmente, los rezagos en el aprendizaje serán, en el futuro próximo, los que mermarán el nivel educacional de la generación de las clases en línea e, incluso, podría significar que en los años venideros los índices de deserción escolar podrían aumentar drásticamente.

En suma, si se desea destruir todo impedimento para que cualquier aspirante a recibir educación de calidad, se deberá apostar por hacer eficientes los esfuerzos económicos que el Estado hace, de lo contrario, estaremos condenando a cierto segmento poblacional a un círculo vicioso de rezago.



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