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FAST FASHION:

 Entre el glamour y la basura. 

Ana Pomar, Margarita Romero, y Marcos Galindo.

 

En el mundo actual, vestirse no sólo es esencial para la vida diaria, sino es una industria que genera millones. Además, miles de personas tienen la necesidad de sentirse reconocidas por su forma vestir. Es decir, ¿Cuántos de nosotros no hemos comprado una prenda de vestir por impulso, que incluso sigue con la etiqueta en el armario, y que no pretendemos usar próximamente? Comprar más, y usar menos para volver a comprar; es el consumismo acelerado creado en los clientes y los productos con poca vida útil lo que genera el bucle del fast fashion

El vestir ha dado un paso más allá de protegernos de las inclemencias del clima. La forma de vestir desde hace décadas es una industria que mueve al mundo, genera millones, otorga condiciones precarias de trabajo y es una de las industrias más contaminantes del planeta. Durante décadas, la industria de la moda ha sido aclamada, admirada y hasta celebrada. Ésta, haciendo uso del glamur y del brillo, nos ha vendido códigos de vestimenta y estereotipos que nos hacen consumir en masa. Hace mucho tiempo que la industria de la moda nos ha impuesto ciertos pensamientos acerca de estar a la moda, y esa es la razón por lo que muchos cambian su guardarropa dos o tres veces al año dependiendo la de temporada, dichas prendas eran exclusivas y costosas por lo que adquirirlas se consideraba una muestra de riqueza y estatus.

Además, las nuevas tendencias, los colores, las formas, nuevas prendas, accesorios, maquillaje, nos ayudan a configurar nuestra personalidad. Es decir, todas las personas o la gran mayoría somos responsables de que esta industria sea tan monstruosa, pero tan atrapante, pues, estar a la moda o generar nuestro propio estilo a partir de la vestimenta es algo que muchos hemos experimentado, incluso para grupos contraculturales la ropa se vende, por lo que la moda se pelea y se construye como una forma de vida.

En la actualidad el ciclo de consumismo se ha incrementado, por ello nuevas tendencias salen durante todo el año. Ahora cada semana se encuentran nuevos diseños y el precio de las prendas es accesible con la finalidad de que todos podamos adquirirla. Por ejemplo, muchos de nosotros hemos entrado a alguna tienda que promueve este tipo de modelo de negocios, ya sea de manera física como Zara, o de manera virtual como SHEIN. No obstante, pocas veces hacemos un reflexión real y consciente de todo lo que implica comprar una playera nueva que tiene el 70% de descuento y se encuentra en $49.90. Es decir, no tenemos presente todo lo que hay detrás de ese precio que parece irrisorio. Por ello, es importante reflexionar acerca del costo y sacrificio que implica la elaboración de estas prendas ¿cuánto cuesta estar a la moda? ¿Por qué son tan baratas estas prendas?

Países subdesarrollados+explotación laboral+ausencia de derechos laborales es la fórmula que grandes compañías usan. Largas jornadas laborales y los precarios salarios son las condiciones infrahumanas en las que miles de personas laboran diariamente en pro de la moda. En ese orden de ideas, se sabe que este tipo de marcas tienen sus cadenas de suministro y producción en lugares que ofrecen costes bajos a costa de los limitados o inexistentes derechos laborales de quienes trabajan en pro de generar cada uno de los productos que consumimos. Es fácil saber de qué lugares hablamos con sólo mirar la etiqueta de procedencia de un par de prendas nuestras: Camboya, Bangladesh, Indonesia, China, entre otros. E incluso, habrá gente que recuerde el caso del Rana Plaza en Daca en donde murieron 1,134 trabajadores textiles. Esto mostró salarios precarios, inexistencia de seguridad social y médica, jornadas inhumanas, abusos verbales y/o físicos, explotación infantil son, cuando menos, una realidad para mucho de este personal de la moda. 

Usar este tipo de prendas también implica un gran impacto al medio ambiente, ya que la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo sólo después de la industria petrolera. Todos estos deshechos químicos que se generan durante la elaboración de estas prendas no sólo terminan en los océanos, sino en las mismas prendas generando problemas de salud como reacciones cutáneas o intoxicaciones. pero... ¿Qué importa si estamos estrenando, no? 

En ese sentido, ¿alguna vez nos hemos preguntado si la ropa que compramos es sana para nosotros mismos? ¿Todos los químicos y procesos utilizados para generar estas prendas no crean repercusiones en la piel? ¿Cómo saber si la camisa que nos gusta está libre de toxinas y agentes cancerígenos? Nadie nos dice que busquemos ropa con etiquetas que señalen que las empresas productoras controlan la presencia de sustancias químicas nocivas mediante estándares de sostenibilidad y sanidad como OEKO-TEX®, GOTS, o BLUESIGN®.

Además, debe de existir una consciencia ambiental. ¿Cuánta agua se habrá utilizado para la producción de los jeans y la playera que usamos unas cuantas veces antes de que se estropearan? ¿Cuál fue la huella de carbono que dejamos tras haber adquirido una chamarra de cuero sintético? Debemos de hacernos responsable de los impactos ambientales que generamos en cada actuar y la industria textil es uno de los sectores más perjudiciales para el medio ambiente. 

Otro aspecto a reflexionar es sobre la calidad de la ropa, pues desde hace décadas la calidad es cada vez más pobre y la durabilidad ha mermado de manera considerable. Esta situación se explica por la necesidad de grandes empresas de vender, pues no sólo son los nuevos modelos, las nuevas temporadas y propuestas de diseño. Incluso, se sabe de prácticas en esta industria en el que se les aplican químicos a las fibras de la tela para que su durabilidad se reduzca y termine en la basura pronto. Se vuelve una necesidad que la ropa termine su tiempo útil a la brevedad, en otras palabras, la moda se vuelve basura debido a la obsolescencia programática que se establece, lo que significa que la vida útil de prendas y otros productos sea cada vez más efímera. 

En ese sentido, somos víctimas de la moda del consumismo y es que estas prendas son una trampa del marketing, ya que nos hacen crecer que tenemos poder adquisitivo. Cada vez que compramos una prenda nueva, prenda que está destinada a una vida de uso fugaz, contribuimos a la industria fast fahion, y es que comprar vestimenta no es un delito, pero sería bueno reflexionar acerca del impacto que generamos tanto en el medio ambiente como en la vida de miles de trabajadores que día a día son explotados.

El eje central de este repensar es focalizar nuestras compras futuras, no se trata de satanizar. Se trata de apelar a reducir nuestros instintos de compra, incentivarnos a comprar marcas más sostenibles que nos den prendas resistentes y perdurables. Hacer un acto interno de consciencia en cada compra si es por necesidad o un gusto banal. Buscar mecanismos de circulación de la ropa a través del intercambio, la compra-venta de segunda mano o la donación.

Indudablemente, la ropa es una forma de expresar lo que somos y el estado de ánimo en el que nos encontremos. Reinventemos nuestra forma de vestir a partir de nuestras decisiones y no seguir un dictado externo. Por ello, a través de la moda también debemos de expresar con ella los ideales que perseguimos, el respeto hacia con los otros y al medio ambiente que tanto deseamos, e invalidar aquello que vulnera el mundo que tanto queremos.  



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