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MADRE:

¿Adorada un día; olvidada toda una vida?

 

 

Ana PomarMargarita Romero, y Marcos Galindo.

 

Es común para la humanidad tener recordatorios a lo largo del año sobre acontecimientos del pasado o celebrar ciertos días a personas, profesiones u otros eventos de importancia. México no es la excepción a ello, y el pasado de 10 de mayo, como año con año, se celebró el día de las madres. Sin embargo, en esta ocasión la fecha resultó más cuestionada que en otros tiempos, pues hay un ambiente social que cuestiona el lugar que las madres ocupan en la sociedad mexicana, mientras otra parte sólo reproduce el espíritu de maternidad abnegada.

La celebración a la figura materna se remonta desde tiempos ancestrales, incluso se pueden mencionar los ritos en honor a “Rhea", en la antigua Grecia, quien era conocida como la madre de todos los Dioses, de igual forma, se pueden destacar la asociación de la fertilidad, la compresión y el amor fraterno con la figura materna en nuestro país en tiempos prehispánicos, o el que los aztecas asociaran a la divinidad “Tonanzint" con la tierra y la fertilidad, aunque, en la época colonial, esta imagen fue sustituida por la hoy conocida “Virgen de Guadalupe”. Así, la religión ha jugado un papel crucial para formar la imagen de “maternidad” y de “madre” que hoy en día forma parte de la cultura y de la psique social en el contexto mexicano.

En ese sentido, cuando se habla de la “madre”, en especial en Latinoamérica, se hace referencia a un ser casi mítico, y también a ese ser cercano que nos cuidó y que admiramos. Por ello, cuestionar el ideal de ser madres, y el que siempre resulte ser un tema espinoso, suele ser un debate un tanto tautológico, ya que cada persona “siempre” ha tenido a la “mejor mamá”. Pese a esta idealización, poco se ve el cansancio de la maternidad y de la “función de ser madre”, no sólo físico sino psico-emocional. Al inicio, cuando una persona ejerce como madre con una persona recién nacida, supone una tolerancia a la frustración alta, paciencia infinita, pero también conjuga impotencia y cansancio que pocas veces se declara, debido a que hay un juicio social sobre aquellas madres que develan su humanidad.

Justamente lo humano e imperfecto de las madres se niega, se les intenta convertir en heroínas (que a ratos lo son), se les pontifica (a veces con tintes de doble moral), pero que la mayoría del tiempo son sólo seres humanos educando y formando a otros seres humanos. Las madres se cansan, se fastidian, se hartan, se equivocan, reniegan, y no por ello son malas personas, simplemente son humanas. No obstante, ellas, en respuesta a estas situaciones de vida, se les otorga un día al año en el que son observadas y “adoradas”, mientras el resto del año se olvida de que no solamente son madres, se deja de lado su naturaleza: el que sean personas.

El mes de mayo trae consigo una de las celebraciones más importantes en México. Desde finales de abril la mercadotecnia se encarga de saturarnos de ideas para regalar a tan apreciado ser, que van por productos de limpieza personal, ropa, perfumes, celulares y hasta aparatos electrodomésticos, pero no sólo las grandes tiendas hacen promoción para esta celebración, la rama restaurantera también se alista para el festejo, pastelerías y florerías hacen lo propio, y todo esto gira en torno a una persona en particular, y esa persona son “las madres”.

El día de las madres es un día cargado de estereotipos y aderezado con bastante marketing que apela al consumo en pro del “reconocimiento” de los esfuerzos maternos. Y nos referimos a estereotipos, a estigmas y a prejuicios arraigados en nuestra cultura, ya que en el inconsciente colectivo suele pensarse en regalos para el hogar, como electrodomésticos, que perpetúan el lugar de servidora doméstica sin pago, de moza, de abnegada, y no el de ser madre. ¿Cuántas veces nos hemos visto que alguien regale una licuadora o una plancha? ¿Cuántas veces hemos sido testigos de hijos e hijas que pretenden subsanar errores y sombras del pasado con una lavadora o una estufa de regalo?

Cabe señalar que la maternidad es más compleja que sólo el cuidado físico de otro ser, implica rebasar los límites del conocimiento propio para dar orientación a ese ser que puede ser por entero diferente a la madre y, a pesar de ello, seguir en su camino.

Puede resultar complejo entender el respeto que se le tiene a la figura materna en un país claramente machista como México. No obstante, esta ambigüedad se debe a que la imagen materna se le ha ligado a la conjugación de preceptos concatenados al sacrificio, a la abnegación, a lo aspiracional y al amor incondicional; ya que, si hablamos de crianza, la mayoría de las mujeres enfrentan solas este reto, aunque no debe de olvidarse que existen madres que viven en unión libre, de las madres que viven en una familia [re]construida, de quienes viven en familias extendidas, de quienes forman familias poliamorosas, entre muchas otras. 

Empero, en el contexto latinoamericano suele haber una misma constante: un padre ausente, que puede o no aportar un ingreso económico, que puede o no estar vivo, que puede o no convivir con los miembros de la familia, pero en donde la figura paterna está completamente ausente, carece de contexto emocional en las hijas y los hijos, y muchas veces no es un referente al cual recurrir en caso de necesidad.

En ese sentido, la maternidad se mitifica como la única que educa y se deja de lado la paternidad, cuando ambos roles (sean en relaciones homoparentales, heteroparentales o cualquier otra) deberían ser igual de importantes. Puesto que, no sólo las mujeres son las encargadas del cuidado, educación y custodia de las y los menores, sino también los hombres, que en el rol de la paternidad se dejan fuera al mitificar a las madres como las únicas responsables de este rol social. Bajo esa lógica invitamos a repensar en la figura que les otorgamos a nuestras madres, que sin duda nos quieren, nos quisieron y nos van a querer en donde sea que se encuentren, que lucharon en formarnos, pero que sobre todo fueron, son y(o) serán seres humanos plagados de defectos y virtudes.

La idea de amor y respeto que sentimos por la imagen de “ser madre” no está en duda, sin embargo, la pregunta es: ¿las madres disfrutan el 10 de mayo? ¿realmente una aspiradora representa el amor y el cariño que tanto se pregona a su favor? Porque el ser madre es una labor larga que se extiende 24/7, en tiempos de crisis y de bonanza, en la enfermedad y en salud, en paz y caos.

Desde niños se nos inculca la celebración del 10 de Mayo en las escuelas a través de manualidades, bailables, declamación de poesía, canciones, carteles, y toda clase de parafernalias que son parte de las actividades que se realizan, y si  bien el valor emocional de una manualidad, o el orgullo  de una madre al ver a su hijo bailar no tiene precio, lo cierto es que nadie toma en cuenta lo que hacen las madres para su propia celebración: conseguir materiales, comprar o fabricar vestuarios, la preparación de los hijos desde temprano para acudir a dichos eventos, solicitar permisos laborales, entre muchas otras acciones.

Pese a ello, en la vida adulta no cambia mucho la forma de celebración, ya que muchas matriarcas arreglan sus casas y cocinan desde muy temprano para recibir a sus familias para [auto]celebrar su día. Claro está que cocinar para la familia es, sin duda, una muestra de amor, pero normalmente lo que es una celebración para las mamás, se convierte en otro día más de trabajo, el cual se ensalza cuando los regalos dejan mucho a desear al ser electrodomésticos. Y, si bien nunca está de sobra cualquier regalo que nos sea útil, hay que tener presente que se trata de un día para reconocer a quienes son madres, dejar de teñir de algo amoroso con más trabajo para ellas y de borrar dobles morales que reproducen conductas peyorativas; las madres no sólo sirven para labores domésticas.

También, es necesario resaltar que el postear una fotografía de unas flores, el etiquetar en una foto, o una serenata no son las formas más idóneas para honrar a una madre. Se honra día con día, se da felicidad con cada actuar, con cada palabra que se expresa, con el poder compartir alegrías y volverse red de apoyo en tiempos sombríos; se trata entonces de forjar lazos interpersonales fuertes a diario que signifiquen un verdadero reconocimiento en esta fecha.

 


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