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LO DIVERSO DE LA DIVERSIDAD:

El espectro que es cegado y existe.

 

 

Ana PomarMargarita Romero, y Marcos Galindo.

 

Normalmente, cuando se refieren a temas de diversidad sexual, la mayoría de la población asume que todos son “jotos”, incluso el lesbianismo no se visibiliza de igual forma que el lado gay. Por ello, esta semana pretendemos hacer visible a la diversidad sexual y su complejidad que, si bien siempre ha existido, se relega ante la avalancha de prejuicios y estigmas que imperan en el imaginario colectivo. De hecho, la palabra diversidad siempre traerá acuerdos y desacuerdos entre los individuos, sin embargo, no importa si hablamos de diversidad sexual, cultural o étnica, puesto que todo aquello que para la sociedad es considerado “raro" o diferente siempre causará incertidumbre, e incluso rechazo.

En ese sentido, para entender a la diversidad sexual tenemos que puntualizar las diferencias entre: sexo, orientación sexual e identidad de género, y es que podemos decir que antes las normas sociales lo establecían de manera tajante y “sencilla". Ya que desde el nacimiento a los niños se les identificaba con el color azul, mientras que a las niñas se les identificaba con el color rosa. Se obligaba moralmente a que, en la infancia, los niños jueguen con balones o coches, mientras que las niñas jueguen con muñecas o con trastos alusivos a quehaceres domésticos, como mini planchas o micro hornos. Estas actividades que, normalmente asociamos con “identificar” a niños y niñas, responde más a la asignación de roles de género, es decir, lo que suponemos que “debe” hacer un niño o una niña.

No obstante, la realidad nos dice que esto es mucho más complejo, pues la diversidad sexual va mucho más allá de lo que tradicionalmente se conoce como “hombres” y “mujeres”, lo cual nos hace cuestionar nuestro entorno “normal”. Hacer este ejercicio de entendimiento a la diversidad sexual no radica en un hecho de moda o algo pasajero, por el contrario, hacer visible esta diversidad también supone un ejercicio autorreflexivo. Pues no hay que olvidar que vivimos en un mundo heteronormado, en otras palabras, en el que el ideal heterosexual prima en la sociedad como el hegemónico. Desde esa óptica, se explica que a los niños se les “identifique” con “lo rudo” y a las niñas con “lo delicado”. Pues, además de responder a este contexto histórico (que no siempre ha sido así) se naturaliza la heterosexualidad, suponiendo como la máxima identidad de género al “hombre” y a la “mujer”.

Comencemos por entender al sexo o sexo biológico como: las características genéticas y físicas (genitales) que pueden definir a un individuo biológicamente como sexo masculino o sexo femenino. Empero, no son los únicos que hay, debido a que existen individuos que pueden nacer con cromosomas masculinos, pero genitales femeninos, o viceversa, e incluso hay quienes nacen con 3 cromosomas, XXX o XYY, y pueden desarrollar órganos reproductivos de ambos sexos. A estos individuos se les conoce como intersexuales y las variantes pueden ser muchas, la OMS (Organización Mundial de la Salud) declara que puede haber más de 50 variantes.

Por otro lado, la identidad de género comienza cuando tomamos como referencia a nuestro entorno cultural para definir aquello con lo que nos sentimos identificados, aquello con lo que nos sentimos cómodos, nos gusta, nos ayuda a sentirnos nosotros mismos, aquello que nos máxima la esencia de lo que consideramos que es natural a nuestra propia existencia: desde características físicas como la longitud del cabello, modo de vestir, actividades recreativas, actividades laborales, entre muchas otras cosas que contribuyen a reconocernos como él, ella, elle, y demás posibilidades. Aquellas personas que se identifican con el sexo biológico que nacieron se les llama cisgénero, pero no son los únicos, toda vez que existen personas a las que su identidad no corresponde con su sexo biológico, así, hay personas con características masculinas que se identifican como mujeres, y personas con características femeninas que se identifican como hombres, a estos seres humanos se les conoce como transgénero. Ahora bien, si una persona transgénero decide cambiar sus órganos genitales y se somete a tratamiento hormonal se le conoce como transexual.

La identidad cisgénero que hemos conocido y naturalizado como la “normal” no lo es, pues esos procesos identitarios, si bien, se imitan y se contraponen a un otro como todo proceso identitario, lo cierto es que hay una diversidad de actitudes por expresar en la identidad de género, sea cisgénero o sea transgénero, pues cada vez más observamos y vivimos que no hay cosas, conductas y sentimientos para uno u otro género, sino que todas las personas podemos expresar nuestra identidad de género de la manera que nos plazca. 

Bajo esta lógica de revertir el orden heteronormado es como podemos entender otras opciones de identidad de género, tal como el género no binario, es decir, no reconocer que existen hombres y mujeres, sino asumir su identidad de género sin esos roles sociales impuestos y autoimpuestos, o el género fluido que juega entre lo masculino y lo femenino según su sentir. 

Por otro lado, la orientación sexual es la atracción psicoemocional y sentimental de un ser humano por otras personas, de esa forma, si se trata de una atracción homosexual (entre personas del mismo sexo) se está en presencia de un hombre gay o de una mujer lesbiana, según sea el caso. Así se pueden ir desentrañado diversas formas de orientación, la bisexualidad, la asexualidad (no hay atracción hacia algún sexo), la pansexual (cuando es un ser humano que se siente atraído hacia otro ser humano sin importar sexo, orientación, o expresión de género), entre muchas otras orientaciones. 

Al tener en cuenta lo expuesto hasta el momento les invitamos a hacernos algunas preguntas: ¿nos hemos cuestionado si las mujeres sólo deben cocinar?, ¿o que los hombres puedan ser emotivos y llorar? ¿Un hombre puede utilizar un bolso? ¿Una mujer puede utilizar un perfume de hombre? 

Estas preguntas hacen que nos cuestionemos sobre los roles de género que socialmente nos han asignado y si nos sentimos bien con esas características de nuestro género. Y el cuestionamiento a esos dogmas es esencial para construir un entorno mejor y de respeto, pero también es aceptar la diversidad de géneros y orientaciones sexuales, no sólo porque siempre han existido, sino que son necesarios para construir una sociedad mejor en la que por encima de todo se respete nuestra humanidad. 

Además, tener presente que la diversidad sexual es sumamente amplia, es algo que desarrollamos a muy temprana edad y ha existido durante muchos años, sin embargo, la sociedad muchas veces la ha condenado a discriminación y violencia contantes, aquellas personas que la sociedad considera “raras” y/o “antinaturales” por tener una orientación sexual diferente reciben el reproche social de mil formas. Debemos apelar a que cualquier expresión de amor y orientación sexual, entre adultos conscientes, es correcta.

Incentivamos a virar hacia el respeto a quienes forman parte de la diversidad sexual, puesto que todos somos diversos, de alguna u otra forma, siendo esa pluralidad la que enriquece a cualquier sociedad, le permite tener una amplitud de posibilidades en la cual desarrollarse, genera tejidos sociales que conviven entre sí y se complementan.

En suma, debe entenderse que no existen parámetros inamovibles de la diversidad, pues ésta es dinámica, de lo contrario lo diverso dejaría de serlo. La diversidad es diversa en todos los tonos de luz y sombra, muta, y se vuelve tan compleja como la humanidad misma. Lo realmente importante es podernos ver como seres humanos amando a otros seres humanos, como personas que se relacionan emocionalmente con otras personas, comprender que la verdadera naturaleza humana es la convivencia con el consenso, sea afectiva, sea fraterna, sea sexual, sea diversa.

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