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PINKWASHING:

Homofobia, hasta que el dinero sea rosa.

 

 

Ana PomarMargarita Romero, y Marcos Galindo.

 

Junio es el mes del orgullo para la comunidad LGBTTTIQAP+ (Lesbico, Gay, Bisexual, Trasvesti, Transgénero, Transexual, Intersexual, Queer, Asexual, Pansexual y demás personas pertenecientes a la diversidad sexual, en adelante LGBT+) y nos parece no sólo relevante, sino indispensable visibilizar el orgullo que tienen estas personas al defender su identidad de género y orientación sexual. Bajo esa idea, podemos preguntar, y de hecho, muchas personas lo hacen en un sentido de denostación ¿Por qué un mes del orgullo LGBT+? ¿Por qué orgullo?

Para entenderlo, necesitamos un poco de contexto, pues, todas aquellas orientaciones sexuales que no se den entre dos individuos de sexo opuesto y que no tengan un fin reproductivo, han sido estigmatizadas, perseguidas y castigadas en múltiples momentos históricos. Pese a que la homofobia ha existido desde hace siglos, la homosexualidad no siempre fue motivo de repudio. En la antigua Grecia, no eran mal vistas las relaciones sexuales entre individuos del mismo sexo, sobre todo hombres, sin embargo, cuando el cristianismo toma auge en occidente, la iglesia católica implementó un pensamiento diferente. Especialmente imponiendo que toda práctica sexual fuera del matrimonio, y sin fines de procreación, fuere considerada pecado y debería ser castigada, ya que ante los ojos de Dios era una conducta indecente. Además de la homosexualidad, también se castigaban el adulterio y la sodomía.

La homofobia no solamente ha tenido bases religiosas, sino también médicas. Para la ciencia de antaño, la homosexualidad se trataba de una enfermedad mental, la cual era tratada de forma retrógrada con lobotomías y terapias de electroshock para “rectificar” lo que ellos llamaban “desviaciones”. Para agregar más insulto a la herida, también desde el punto de vista legal, el ser homosexual era considerado un delito y se procesaba penalmente por el delito de sodomía, o por el delito de “suplantación femenina" en el caso de las mujeres trans, en muchas latitudes del globo terráqueo y en múltiples épocas.

A pesar de los esfuerzos de organizaciones civiles que peleaban por los derechos de la comunidad LGBT+, estos fueron nulos ante una sociedad carente de empatía por estos grupos vulnerables. No fue hasta finales de la década de los años 60, después de la rebelión de Stonewall, que el movimiento gay tuvo grandes avances en busca de un entorno libre de violencia y se visibilizó.

Ahora bien, vale la pena analizar la situación social y legal de la comunidad LGBT+ en pleno siglo XXI, lo más importante a enfatizar es que NO es una enfermedad. Fue hasta 1990 cuando la OMS descarta la homosexualidad como enfermedad o trastorno, sin embargo, los programas de conversión siguen existiendo, en donde aún se “intenta” cambiar la orientación sexual de las personas con distintas “técnicas”, sobre todo de aspecto religioso.

Pero también podemos hablar de grandes logros, por ejemplo, los avances legislativos como el matrimonio entre personas del mismo sexo o la adopción homoparental en diversos lugares del mundo, y algunas entidades federativas en México. No cabe la menor duda que la comunidad LGBT+ se ha convertido en todo un movimiento que busca la aceptación y la normalización de la diversidad sexual y de todas aquellas personas que pertenecen a la misma.

 Pese a ello, la realidad cotidiana que estas personas enfrentan es violenta en un espectro amplio y variado. Desafortunadamente miles de personas son discriminadas por su orientación sexual, son vistas de mal forma, insultadas, menospreciadas e, incluso, agredidas físicamente. En ese tenor, debe subrayarse la homofobia que continúa en el inconsciente social, desde el grado máximo de violencia que debe de ser punible a quienes transgreden la esfera jurídica ajena, hasta aquellos pequeños actos que de forma pasiva reproducen una homofobia internalizada. Puesto que los primeros pasos de fobia y prejuicios comienzan con aquellas pequeñas actitudes, acciones y palabras que pueden parecer “inofensivas”.

Existen múltiples ejemplos de homofobia internalizada y normalizada: ver al “jotito” en programas de comedia como si fuera un clown, decir “yo los respeto, PERO… que no se me acerquen”, minimizar el pride con la frase “son unos exhibicionistas que sólo buscan que los ofendan con sus actitudes” porque “no son formas”, o negar derechos civiles porque “va en contra de la iglesia”.

Asimismo, esa homofobia internalizada se devela cuando empresas niegan la contratación a personas que no cumplen con el parámetro heteronormado, cuando acosan a clientes en las tiendas departamentales porque son “hombres vestidos de mujeres”, al momento de negarles el servicio porque un hombre pretende comprar algún producto “para mujer”, o hacer caso omiso si se presenta algún inconveniente entre los trabajadores por acoso o discriminación derivada de la orientación sexual.

Justo por eso la relevancia de resaltar ese orgullo, pues, de acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, el orgullo es un “sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida”. Aquí una pregunta esencial ¿no deberían de sentir orgullo las personas que han logrado sobrevivir frente a un contexto de maltrato y odio? ¿no deberían vivir con orgullo aquellas personas que han logrado con su lucha consolidar derechos? Esto y más han llevado a cabo las personas de la comunidad LGBT+, entonces, porqué leemos en redes sociales ofensa y odio, por qué vemos agresión frente a lo que no se entiende. Expresar nuestros afectos no debería suponer un maltrato, sin embargo, hoy en día para ciertas personas salir a la calle de la mano, besarse o incluso abrazar públicamente supone un riesgo para su integridad física y personal.

También vale la pena preguntarnos qué tanto ha cambiado el pensamiento colectivo acerca de la comunidad LGBT+, porque si bien es cierto que hoy muchas empresas, partidos políticos y diversas personalidades de la farándula que se han proclamado defensores y simpatizantes de la comunidad LGBT+, pocos lo hacen con la finalidad de fomentar un ambiente más inclusivo. La mayoría busca una ganancia a cambio, tal es el caso donde diversas empresas lanzan artículos y campañas alusivas a la comunidad LGBT+ por el mes del orgullo para incrementar sus ventas. Ya que es bien sabido que gran parte de la comunidad prefiere comprar y consumir productos de empresas “gay friendly". La comunidad LGBT+ se ha convertido en un sector poblacional bastante atractivo para el capitalismo.

Es en ese supuesto que existen actitudes en ciertas corporaciones y personas apelando a subsumirse a los paradigmas del respeto a la comunidad LGBT+, cuando realmente practican pinkwashing. Ello, se torna evidente a partir del llamado dinero rosa (aquel poder adquisitivo que tiene dicha comunidad para acceder a ciertos productos y servicios con costos más elevados), éste se ha vuelto en una oportunidad de negocio, aunque no compartan los ideales de la comunidad.

En el marco del mes del orgullo LGBT+, muchas empresas, organizaciones y personas se colocan la bandera en pro de las diversidades sexuales, empero, resulta necesario destacar que muchas de ellas lo hacen con el propósito de verse beneficiados de manera económica y ganando simpatía al verse (en fachada) como entes modernos, sofisticados e incluyentes (pinkwashing). Este contexto permite observar los tintes reales que muchas veces se disfrazan con marketingy estrategias sociopolíticas.

La relevancia de destacar este tipo de prácticas no responde a que creamos que son erróneas, por el contrario, no debería existir distinción para realizar venta de productos. Sin embargo, se destaca bajo qué contexto se realizan estas ventas y es para ampliar el mercado, no lo realizan por una consciencia clara de defensa de derechos, sino porque las características de esta población, en general, de tener mayor poder adquisitivo.

De igual forma, este tipo de empresas practicantes del pinkwashing suelen reproducir los parámetros heteronomativos del hombre cisgénero blanco, lo cual puede visualizarse de forma clara con la publicidad que despliegan esta temporada: dos hombres blancos con cuerpos atléticos que están viendo a la cámara; un hombre caucásico delgado con ropa de colores; dos hombres “latinos internacionales”, como muchas agencias nombran a hombres blancos con cabello y ojos oscuros, abrazándose de forma masculina; o el utilizar barbas pintadas de colores. Pocas veces se muestra todo el espectro de la diversidad sexual: lesbianas, transexuales, no binarios, pansexuales, bisexuales, intersexuales, y un enorme etcétera.

Si bien la vocación de las empresas nunca ha sido, ni será, luchar por los derechos de nadie, lo cierto es que han desarrollado una estrategia fundada en los nuevos cambios y “abren” sus puertas a todas las personas en aras de incrementar sus ventas. Y si las empresas entienden esta idea básica de sumar, por qué el resto de las personas se empeñan en hacer diferencias, en denigrar y maltratar.

 En ese sentido, les invitamos a reflexionar sobre nuestros actos y conductas en favor de la inclusión y el resto de todas las personas. Y encaminamos esta reflexión para visibilizar aquello que sigue siendo incómodo y se pretende acallar, siempre velando por las libertades individuales con las que cuenta cada ser humano para amar a quien desee amar, para expresar lo que se es en esencia, para vernos en igualdad de posibilidades y con las singularidades que nos hacen valiosos.



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