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Ausencia

Javier Recéndiz

Obviamente las cosas dejaron de salir bien, la magia nos abandonó y solo quedamos nosotros, un par de personas llenas de defectos. La vida entera se basó en resolver problemas, pero en nuestra visión idealizada del amor estos no tienen cabida, así que cuando aparecen rara vez estás preparado para resolverlos.

Nuestra falta de creatividad para inventar soluciones nos orilló a alejarnos. Primero pensamos en hacerlo de forma provisional, pero con el paso de los días decidiste convertirlo en algo permanente. Extrañamente no tengo ánimo de reprochártelo, cómo podría hacerlo si no sé cómo arreglarnos.

Sufro la falta de ti. De pronto mi mundo se ve en azul, me pregunto si ese era su color antes de ti. Tu ausencia lo tiñe todo, te pienso constante y veo tu fantasma en los sitios comunes, pero no estás, te escapaste. Camino al trabajo, mientras pedaleo no puedo abandonarte. Recorro las mismas calles, pero no las veo, no escucho los claxón, han sido un par de semanas peligrosas. Gasto la mitad del día en aulas llenas de ruido, pero aun así logro encerrarme con mis pensamientos, recientemente solo tengo uno: Tú.

Es fácil notar que estoy triste, el espejo me lo susurra. Estoy dolorido y parece que encuentro algo de un enfermo placer en eso, porque de otra forma no me explico por qué insisto en recordarme las cosas con las que me hacías feliz. Es una autoflagelación pensar en cómo sonreía cuando recibía tus mensajes, es un atentado contra mí concentrarme para escuchar tu voz reconstruyendo las escasas llamadas que tuvimos. No es natural recordar incesantemente los momentos que estuviste cerca. Además, he desarrollado el hábito de imaginar cómo serían las cosas si todo hubiera salido bien. Soy un masoquista.

Cuando fantaseamos con el amor nunca pensamos en el fracaso, pero en la realidad, en ocasiones llega. Para ser honesto me culpo. Es por eso que convivo con una dosis de furia, estoy molesto. Invierto un buena cantidad de mi tiempo examinando cada palabra pronunciada y cada acción hecha, busco errores y, aunque he encontrado cientos y me recrimino por todos, ninguno fue mal intencionado.

Mi ego también está herido, no tendría caso negarlo. El rechazo no le viene bien a nadie, es una afronta difícil de asimilar. Me remonta a otros fracasos experimentados y aunque los consideraba olvidados, he vuelto a sentir las cicatrices.

Ahora que no estás, se ha vuelto más vívida nuestra primera cita. Aquella en la que te dije que no estaba buscando el amor de mi vida, pero entonces ¿Qué estaba buscando? Supongo que buscaba experiencias. Tenía la necesidad de alimentarme de emociones, no todas debían ser positivas. En algún sentido tuve éxito, porque hoy me persigue tu ausencia.


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