Margarita Romero
Esta frase era muy de mi abuela, la madre de mi madre, que ahora espero esté en el cielo. La contaba en esos ratos robados, en esos instantes efímeros que ahora son omnipresentes.
A mi abuela le enseñaron a cuidar, a cuidar a sus hijos, cuidar el dinero, cuidar a su esposo. Su oficio y ocio fue cuidar, atender a otros, por eso incluso cuando ella no podía cuidar no dudaba en darte consejos en decirte cómo cuidar, cómo hacer de comer, cómo limpiar y cómo lavar.
Dentro de sus muchas enseñanzas una fue la de lavar, decía: “tienes que separar la ropa, tallarla, sacudirla para tenderla y antes limpias los tendederos” y añadía “ mi abuelita decía ropa tendida y patio limpio, ¡hasta para echar cohetes!”. Luego venían las risas.
Recuerdo que mi yo egoísta y altanera decía para mis adentros, “claro era un día feliz porque lograban uno de los objetivos para los que fueron educadas” que ignorante y pretenciosa era, ahora lo soy menos y reconozco más mis límites.
De hecho, cada domingo cuando lavo mi ropa recuerdo esa frase y sí antes barro y limpio los tendederos. Hoy digo, esas enseñanzas fueron las que hoy de manera “muy empoderante llamamos autocuidado” y aunque tampoco me gusta hacer apología del paso con la frase “antes era mejor” porque no lo creo. Lo que sí puedo ver es que fui ciega, menosprecie un trabajo tan primordial, di por hecho tantas cosas y no solo yo.
Estoy segura que al menos cientos o miles de mujeres que hoy levantan la voz en algún momento juzgamos la sumisión, juzgamos los cuidados, juzgamos a las madres, y es cierto, es parte de nuestro momento histórico, sin embargo, en este cuestionamiento de la dominación masculina cabe siempre preguntarnos a nosotras mismas cómo rompo estos patrones, cómo reconozco el trabajo de la otra.
Hoy sé que esa ropa tendida y patio barrido celebraba los logros de otro, contribuía a que otros realizarán sus sueños, contribuye a que hoy miles de mujeres sepan autocuidarse y los hombres no (o al menos la mayoría no). Mi yo del presente, un poco menos soberbia, lucha por reconocer que todas las mujeres aportamos cosas, que el trabajo doméstico es indispensable para el trabajo “productivo” o debería decir el trabajo remunerado.
Hoy reconozco a mi abuela en las mujeres que cuidan, agradezco a mi madre por hacerme tan independiente y no hecho cohetes con mi ropa tendida, pero sí recuerdo siempre a mi abuela y con ello me recuerdo el no pretender ser jueza de aquellas mujeres que como ella me han permitido hoy tanta libertad desde el silencio de los hogares.
Hoy reconozco esa herencia de cuidado no como lastre, sino como una forma empoderante de vivir la vida y de ser mujer. Gracias abuela.
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