La elección de no vacunarse y sus consecuencias
Ana Pomar, Margarita Romero y Marcos Galindo
El mundo han cambiado a partir de la pandemia de COVID-19, México no es la excepción y hemos experimentado desde el “encierro” en una larga y prolongada cuarentena que inició a mediados de marzo de 2020, y que hoy día no termina en su totalidad, pero cada día vemos como se reactivan diferentes ámbitos de nuestras vidas.
Pasamos por la nueva normalidad en la que el uso de cubrebocas es indispensable, el lavado de manos, el distanciamiento social y sólo salidas necesarias. Así, a inicios de este 2021 comenzó el proceso de vacunación para personas adultas mayores y con ello un debate inició ¿Vacunarse o no vacunarse? ¿Existirían consecuencias para los no vacunados? ¿Habría reacciones severas para los no vacunados?
Un poco de historia sobre la vacunación
A finales del siglo XVIII gracias a las investigaciones del médico Edward Jenner la medicina marcó un antes y un después ya que gracias al desarrollo de vacunas enfermedades como la viruela, la poliomielitis entre otras han quedado erradicadas dentro de las causas de mortalidad y morbilidad a nivel mundial, sin embargo en la década de 1970 debido a efectos adversos causados por la vacuna DTP en Europa, Australia, Asia y América del norte en donde se reportaron 36 casos de alteraciones neurológicas en infantes, ese evento inserto en parte de la sociedad si las vacunas son seguras o no.
Esta reflexión en ningún momento invita a la no vacunación, por el contrario, todas las personas que colaboramos en este blog creemos en la ciencia, el avance tecnológico y en la vacunación como elemento esencial para prevenir o erradicar enfermedades. De hecho, hemos sido inmunizados al menos con una primera dosis.
Y es que si retrocedemos en la historia la infección por COVID 19 es sólo una de las tantas pandemias a las que se ha enfrentado la humanidad, el manejo de una pandemia consiste en puntos clave como disminuir el riesgo de contagio, establecer un tratamiento efectivo para disminuir la mortalidad de dicha enfermedad y la elaboración de una vacuna, que permita inmunizar a la población contra dicha enfermedad, y aunque los avances tecnológicos y científicos actuales son muchos elaborar una vacuna es un proceso complicado, que puede llevar años e incluso décadas para su perfeccionamiento.
Con el paso del tiempo se ha demostrado la seguridad de las diversas vacunas y la efectividad de ellas para evitar desarrollar una enfermedad grave. Sin embargo, hoy se cuestionan medidas y acciones para las personas no vacunadas. Entre ellas van desde la burla, el menosprecio, hasta decisiones de gobierno y empresariales alrededor del mundo manifestadas en limitación de movilidad y despidos.
Consecuencias que viven las personas no vacunadas
El centro del debate, entonces, es: ¿Qué pasa con las personas que por elección no se quieren vacunar? La respuesta ha sido variada, y en muchos sentidos con componentes altamente discriminatorios. Por ejemplo, negar acceso a ciertos lugares o despidos de sus centros de trabajo. No obstante, ¿estas medidas son necesarias? ¿Son justificables “en favor de la mayoría”? ¿Se volverá indispensable un pase sanitario?
La realidad es que las vacunas en contra de la COVID-19 nos protegen de enfermar gravemente, pero no nos protegen del contagio.Es decir, todas las personas vacunadas podemos enfermarnos de COVID, al igual que las personas no vacunadas, ¿la diferencia? Las personas vacunadas podríamos no enfermar gravemente y las no vacunadas hacerlo. En otras palabras, la decisión de no vacunarse repercutirá directamente sobre esas personas, no sobre otros de forma directa. Entonces, ¿por qué la discriminación? ¿Por qué justificar que el no vacunarse nos afecta a todas las personas?
Existen latitudes con coberturas de vacunación amplias en las que es necesario contar con pases sanitarios para poder ingresar a muchos lugares públicos y privados: un museo, una biblioteca, una cafetería, un restaurante. Por lo cual, en dado caso de no contar con el esquema de vacunación completo ni contar con el pase sanitario en regla, se le niega a las personas la entrada, sin dar pie a respetar su elección por no vacunarse, por cuestionar a la ciencia, por pensar diferentes. En ese sentido, es el propio Estado y la sociedad quienes discriminan, quienes segregan y ven con desdén a quienes deciden, de forma unilateral, pensar diferente y decidir plenamente sobre sí mismos.
Dichos pases han tenido tal permeabilidad que, de manera intransigente, se solicita en muchos empleos, públicos y privados, para poder seguir laborando, de lo contrario, se vulnera la esfera de derechos de los empleados al terminar de manera abrupta la relación laboral bajo el argumento de “no estar vacunados”. Este tipo de acciones son un foco rojo al que debemos de atender como sociedad, dejar de estigmatizar a quienes piensan y deciden diferente, porque un no vacunado puede infectarse y contagiar al igual que una persona vacunada.
Una posible respuesta a ello, aunque no por eso se justifican los actos discriminatorios, es que al no vacunarse llenarán los servicios sanitarios y, tal como ha demostrado esta pandemia, el mundo no está preparado médicamente. Es decir, aquellas personas que requieran atención médica de cualquier tipo pasarán a ser segundos lugares en la lista, para poder dar prioridad a los casos COVID. De esta forma, las decisiones de no vacunarse nos afectan de manera indirecta.
Sin embargo, pese a esta precisión esto no justifica la discriminación sobre las personas no vacunadas, pues no debemos olvidar que los derechos humanos son esenciales a cada persona y que en nosotros esta contribuir a su defensa. No podemos ser cómplices ni motores de prejuicios que atenten en contra de la dignidad humana, de la libertad de elegir sobre nuestro propio cuerpo y que afecte de manera la clara nuestro derecho a vivir sin discriminación.
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